Todos queremos poder decir lo que pensamos en línea, que nuestros amigos nos escuchen y responderles a nuestros oponentes. Al mismo tiempo, no queremos estar expuestos a comentarios desagradables.

Las empresas de tecnología abordan este enigma estableciendo estándares para la libertad de expresión, una práctica protegida por la ley federal, contratando moderadores internos para examinar piezas individuales de contenido y eliminarlas si las publicaciones violan reglas predefinidas.

El enfoque claramente tiene problemas: el acoso, la desinformación sobre temas como la salud pública y las descripciones falsas de elecciones legítimas están a la orden del día. Pero incluso si la moderación de contenidos se implementara a la perfección, aún así se pasarían por alto una gran cantidad de cuestiones. Necesitamos una nueva estrategia: tratar a las empresas de redes sociales como potenciales contaminadoras del tejido social y medir y mitigar directamente los efectos que sus decisiones tienen sobre nosotros. Lea la historia completa.

—Nathaniel Lubin y Thomas Krendl Gilbert

Todavía podemos tener cosas bonitas

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