Durante su discurso sobre el estado de la Unión de 2024, el presidente Joe Biden mencionó a su presunto rival, Donald Trump, 15 veces, pero nunca por su nombre.

En cambio, Biden se refirió a él como “mi predecesor” 13 veces. También lo llamó “ex presidente republicano” y “ex presidente estadounidense”.

No fueron errores ni lapsos de memoria: los circunloquios aparecieron en los comentarios preparados por el presidente proporcionados por la Casa Blanca.

En cambio, Biden estaba empleando una táctica retórica en la que los políticos hacen de todo excepto usar el nombre actual de su oponente. Al hacerlo, privan sutilmente a su oposición de igual posición o legitimidad.

‘El que no debe ser nombrado’

La predilección de Biden por evitar el nombre de Trump es un ejemplo de lo que el activista político Majid Nawaz denominó el “efecto Voldemort”.

Nawas recicló el término del universo de Harry Potter de JK Rowling, en el que los magos emplean frases como “tú sabes quién” y “aquel que no debe ser nombrado” para referirse a Lord Voldemort.

El efecto Voldemort es sólo otro nombre para un principio cardinal de la publicidad: nunca menciones a tu competidor por su nombre. Hacerlo otorga a los rivales un cierto grado de exposición y legitimidad.

Un estudio de este fenómeno encontró que los anuncios televisados ​​incluyen comparaciones entre productos la mitad de las veces. Sin embargo, sólo alrededor del 5% menciona realmente al competidor del anunciante por su nombre.

Entonces, cuando Biden llama a Trump “mi predecesor” o “el ex” –como lo hizo durante un ayuntamiento en 2021– está evitando reconocer a su rival como un par y un igual.

El efecto de verdad ilusoria

Trump, por otro lado, hace uso de una estrategia diferente para menospreciar a sus oponentes políticos: sus apodos infames.

Los políticos de ambos lados del pasillo han recibido apodos ignominiosos.

Trump calificó a Jeb Bush como “Jeb de baja energía”, a Ted Cruz como “Ted el mentiroso” y a Mitch McConnell como “Viejo cuervo roto”. Adam Schiff se convirtió en “Pencil Neck”, Biden fue bautizado como “Sleepy Joe” y Mike Bloomberg fue ridiculizado como “Mini Mike”.

Al emplear apodos –y repetirlos hasta la saciedad– Trump hace uso de un fenómeno llamado efecto de verdad ilusoria, en el que la información repetida llega a ser aceptada como un hecho, sin importar su veracidad.

En la vida diaria, a menudo necesitamos distinguir rápidamente entre verdades y falsedades. Y si hemos visto u oído algo repetidamente, normalmente podemos recordarlo más fácilmente. Dado que normalmente se encuentra información precisa con más frecuencia que una invención ocasional, esta regla basic es útil.

Pero los políticos pueden explotar la verdad ilusoria al tildar repetidamente a alguien de mentiroso, de peligro o, como suele hacer Trump, de “torcido”. Y Biden ha seguido una página del guide de Trump al calificar a los republicanos como el “Partido Republicano MAGA”.

La alteridad en acción

Trump también emplea una estrategia diferente para degradar a sus oponentes políticos: la otredad.

Durante su campaña de 2016, Trump destacó el segundo nombre de Obama, Hussein, para vincularlo con el ex dictador iraquí Saddam Hussein.

A menudo pronuncia mal el nombre de la vicepresidenta Kamala Harris, y durante las primarias republicanas de 2024, Trump empezó a referirse a Nikki Haley como “Nimbra”, una corrupción de su nombre punjabi, Nimarata.

Al llamar la atención sobre los nombres aparentemente exóticos de Obama, Harris y Haley, Trump los presenta como extranjeros, aprovechando la xenofobia que anima a algunos de sus partidarios.

Dale Carnegie, autor de “Cómo ganar amigos e influir en las personas”, escribió que “el nombre de una persona es para ella el sonido más dulce e importante en cualquier idioma”.

Las campañas políticas, sin embargo, no son nada agradables, y los votantes probablemente sufrirán más circunloquios y apodos despectivos en los próximos meses a medida que se intensifica la batalla entre “el ex chico” y “Sleepy Joe”.