Hace un siglo, el escritor y poeta francés André Breton escribió su “Manifiesto del Surrealismo”, que lanzó un movimiento artístico conocido por crear extraños híbridos de palabras e imágenes.

Se pensaba que estas yuxtaposiciones, a menudo generadas por casualidad, estimulaban la mente inconsciente para cultivar nuevos conocimientos.

Las desconcertantes fotografías de collages desenfocados de Person Ray o las discordantes pinturas de Salvador Dalí de relojes derritiéndose y elefantes alargados eran típicas de esta forma.

Como detallo en mi libro “El issue aleatorio”, gran parte de la vida está influenciada por el azar, desde la evolución pure hasta la selección de amigos y cónyuges. Los surrealistas también hicieron del azar una piedra angular de su práctica artística.

Manifestaciones de lo maravilloso.

En 1928, el artista Otto Umbehr, conocido simplemente como Umbo, tomó una fotografía desde su ventana que capturó al azar la escena callejera de abajo.

El poder de la imagen –“El misterio de la calle”– no proviene de su contenido sino de su orientación. Cuando Umbo reveló la fotografía, decidió invertirla. El resultado es una imagen común de personas, pero con sombras alargadas que adquieren una sorprendente vida propia.

Como escribe la fotógrafa contemporánea Sandrine Hermand-Grisel: “Los surrealistas cuestionan el valor documental de la fotografía. Perciben su capacidad de captar las manifestaciones de lo maravilloso que pueden ocurrir al azar”.

El pintor surrealista Max Ernst solía emplear la técnica de la “decalcomanía”, que consistía en aplicar una capa de pintura sobre una superficie, como el vidrio, y luego transferir la pintura húmeda directamente al lienzo. Una parte de la pintura se pegaba y otra no. No importaba: Ernst se basaba en patrones y texturas aleatorias para crear la pintura.

El cuadro de Max Ernst de 1940, ‘Árboles solitarios y conyugales’, utilizó la técnica de la calcomanía.
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Fuera de muchos, uno

Otra práctica surrealista que implicaba aleatoriedad llegó a ser conocida como el “cadáver exquisito”.

La primera versión del ejercicio colaborativo implicaba reunir a un pequeño grupo de amigos y dividir una oración en varias partes de la oración, como sustantivos, verbos, adjetivos, adverbios, and so on. Cada parte de la oración se asignaría a una persona. La primera persona escribía una palabra para su parte de la oración, doblaba el papel y se lo entregaba a la siguiente persona. Luego, la segunda persona seleccionaría su palabra, sin saber lo que la primera había escrito, y pasaría la oración en desarrollo a la siguiente persona.

De esta forma, la frase se escribiría mientras viajaba por la habitación sin que nadie supiera cómo period la frase hasta que se completara y alguien desdoblara el papel.

El proceso da como resultado frases que la gente no inventaría por sí sola. Según la leyenda, la primera frase construida por André Breton y sus compañeros surrealistas decía: “El cadáver exquisito beberá el vino nuevo”.

Fotografía en blanco y negro de un grupo de seis jóvenes y una mujer.
Fotografía de Gentleman Ray de un grupo de surrealistas conversando. André Breton está sentado en el extremo izquierdo.
Foto12/UIG vía Getty Visuals

Aleatorio por diseño

El principio del cadáver exquisito se ha aplicado a otras iniciativas creativas.

El Blackwing 602, fabricado por Eberhard Faber Pencil Organization, es uno de los lápices más emblemáticos del siglo XX. Con el lema “La mitad de presión, el doble de velocidad”, se hizo conocido por la calidad de su grafito y su exclusivo borrador rectangular.

Blackwing era uno de los favoritos de muchos escritores y artistas, incluidos John Steinbeck, Leonard Bernstein y el animador Chuck Jones de la fama de “Looney Tunes”. Pero Eberhard suspendió el lápiz Blackwing en la década de 1990.

Avance rápido hasta 2010. California Cedar Products Enterprise reintrodujo el Blackwing 602. En marzo de 2018, la compañía diseñó un lápiz Blackwing de edición limitada para conmemorar a los surrealistas utilizando el ejercicio del exquisito cadáver para crear un nuevo lápiz.

Dividieron las partes del lápiz en cinco secciones: grafito, cuerpo, huella, férula y borrador. La primera persona del equipo de diseño seleccionó el grafito. La segunda persona, que desconocía la elección de la primera, diseñó el cañón, y así sucesivamente.

El resultado fue un lápiz impresionante (uno de mis favoritos) que nunca habría existido si no fuera por la voluntad de rendirme a la aleatorización.

El lápiz tiene un cuerpo de coloration rosa con impresión verde azulado, una férula plateada, una goma de borrar azul y grafito extrafirme. La compañía lo llamó Blackwing Volumen 54 en honor al 54 Rue du Chateau en París, la dirección de la casa donde tuvo lugar ese primer exquisito ejercicio con cadáveres.

Un salto de fe

Músicos, cineastas y diseñadores gráficos también incorporan la aleatoriedad en su trabajo. El compositor John Cage utilizó a menudo la aleatoriedad y el azar en sus composiciones. En una pieza, un pianista se sienta en silencio durante 4 minutos y 33 segundos, lo que obliga al público a experimentar toses y crujidos aleatorios en la sala.

En su serie “Paisaje Imaginario”, elementos aleatorios producidos por la electricidad son parte de la overall performance Por ejemplo, durante una actuación, Cage colocó 12 radios en el escenario, cada una sintonizada en una estación diferente, y las reprodujo simultáneamente. Al describir este proceso, Cage escribió: “El azar, para ser precisos, es un salto, proporciona un salto fuera del alcance de la propia comprensión de uno mismo”.

Mientras los museos de todo el mundo celebran el centenario del nacimiento del surrealismo, es importante reconocer que abrazar la aleatoriedad permitió a estos artistas pensar fuera de lo común. El uso del azar como herramienta de creatividad continúa hasta el día de hoy, proporcionando una mano amiga (y sorprendente) que lleva al artista y al público a lugares hasta ahora desconocidos.