Aunque la neurociencia sugiere que el aburrimiento puede ser bueno para nosotros, todos intentamos evitarlo. Incluso los trabajos más apasionantes del mundo (astronauta, ingeniero nuclear, piloto de helicóptero, cazador de virus) a veces pueden resultar monótonos. Nadie está inmune al papeleo y las reuniones.

El problema del aburrimiento en el trabajo es que sus efectos negativos pueden persistir. Es posible que pueda realizar una tarea abrumadora, como poner sellos en 500 sobres, pero al hacerlo perjudica su capacidad para realizar tareas posteriores. Reprimir el aburrimiento no previene sus efectos simplemente los deja en espera hasta más tarde.

Al igual que golpear a un topo, restarle importancia al aburrimiento en una tarea resulta en déficits de atención y productividad que volverán a surgir.

En una nueva investigación revisada por pares, mis colegas y yo demostramos que un enfoque más eficaz es alternar tareas aburridas con otras significativas. Esto ayuda a evitar que los efectos del aburrimiento se extiendan a las tareas posteriores.

Estos hallazgos se basan en varios estudios que realizamos. Por ejemplo, pedimos a los voluntarios que vieran un vídeo tedioso sobre los diferentes tipos de pintura que se pueden utilizar dentro de una casa o uno más interesante sobre una máquina Rube Goldberg. En una tarea posterior, los participantes que vieron el aburrido video de pintura divagaron más y fueron menos productivos, pero no cuando se les dijo que la tarea se usaría para ayudar a niños con autismo. En otras palabras, cuando se hizo que la segunda tarea pareciera significativa, esto compensó algunos de los efectos negativos del aburrimiento.

El aburrimiento tiene un propósito importante. Nos indica que debemos dejar lo que estamos haciendo y hacer algo (cualquier cosa) más. Pero el aburrimiento puede volverse problemático si intentamos ignorarlo.